En España, sin ir más lejos, los pedigüeños, mendigos e indigentes casi invaden las calles de cualquier ciudad. La libertad de expresión se defiende mejor si va acompañada por la equidad y la ausencia genérica de inanición ciudadana junto a un sentido ecológico de lo que existe y de lo que se consume, mientras se patentiza una clara renovación de la noción sistémica que no va pareja al sufrimiento social, los abusos y los ataques de descerebrados eliminando la vida.
El caso es que la muerte y la desolación no solo la provocan los terroristas sino las carencias, la carestía y el constreñimiento público, lo cual viene provocado por otros seres humanos quizá más peligrosos: quienes dirigen los grandes trusts financieros; quienes diseñan normativas como la Ley de Seguridad Ciudadana en España, más conocida como ley "mordaza", de la que recelan gran parte de los columnistas más importantes de Europa dado que de su lectura se desprende una nueva y sutil inoculación —en la actual resocialización de la democracia— del veneno de la austeridad neoliberal que ha atenazado también a las otras naciones más modestas de la CEE.