Algunas plantas invasoras pueden formar bancos de semillas persistentes que perduran enterrados en el suelo durante muchos años, lo que hace que su erradicación sea prácticamente imposible. Con el paso del tiempo, esta población invisible de grandes cantidades de plantas vivas y enterradas —en estado de semilla— volverá a ocupar los ecosistemas y desplazará la flora típica del medio natural.
Éste es el caso de plantas invasoras bastante comunes en los hábitats mediterráneos, según alerta un artículo publicado en la revista Trends in Plant Science y firmado por el catedrático Sergi Munné-Bosch, de la Facultad de Biología, el Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) y el Instituto de Investigación en Nutrición y Seguridad Alimentaria (INSA) de la Universidad de Barcelona.
¿Cómo se dispersan las plantas invasoras?
La gran resistencia y capacidad de dispersión de las plantas invasoras ha transformado completamente la flora que se encuentra en el litoral mediterráneo. La flora autóctona, por el contrario, no dispone de mecanismos de racimo tan eficientes como los de las plantas invasoras.
El nuevo trabajo, centrado en los géneros Carpobrotus, Acacia, Agave y Opuntia, revela cuáles son las estrategias sofisticadas de las plantas invasoras para poder ocupar nuevos hábitats con éxito y desplazar la flora autóctona.
"El caso más paradigmático es el del género Carpobrotus, que integra a varias especies de plantas; algunas ya son capaces de formar híbridos tan especialmente adaptados a los hábitats mediterráneos que pueden colonizar áreas tan concretas como el litoral de las costas en Cataluña", detalla Sergi Munné-Bosch, que ha sido destacado como uno de los expertos más influyentes del mundo según la prestigiosa lista de Clarivate Analytics de 2023.
"Son plantas muy resistentes a las cambiantes condiciones asociadas al cambio climático y muestran una combinación perfecta de reproducción clonal y sexual para poder colonizar nuevos espacios con gran rapidez. Además de todo esto, una de las características más importantes de este género es la capacidad de formar bancos de semillas persistentes que permanecen enterrados durante años".
Hoy en día, solo hace falta pasear por los caminos de ronda de la Costa Brava y otros puntos de la costa para ver los efectos de estas plantas. "El caso del género Opuntia también es muy evidente en todo el litoral del Alt Empordà y del sur de Francia, entre otros muchos lugares con hábitats fragmentados, que son los espacios más susceptibles de ser colonizados por plantas invasoras", subraya el autor, miembro del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales.
Actividad humana e invasiones biológicas
El autor destaca: "Estas invasiones biológicas las hemos causado nosotros mismos, los humanos, creando una gran presión de propágulo (número de semillas o componentes vegetales que llegan a un área determinada) en estos hábitats fragmentados".
"Todas estas áreas muestran una característica significativa: la huella que ha dejado allí el ser humano. Las actividades humanas (jardinería, urbanismo, turismo, etc.) terminan fragmentando los hábitats naturales y facilitan la introducción de nuevas especies que después se adaptan de forma extraordinaria a los espacios que hemos modificado para siempre", apunta Sergi Munné-Bosch.
"Al fin y al cabo, es nuestro desconocimiento lo que nos ha llevado a tener hábitats mediterráneos especialmente amenazados por la presencia de plantas invasoras que nunca volverán a ser como eran antes".
Prevenir para proteger el medio natural
Los registros históricos demuestran que muchas especies invasoras se han beneficiado en gran medida de las reintroducciones dirigidas por la actividad humana. Así, conservar los espacios naturales lejos de la amenaza de las especies invasoras y prevenir futuras colonizaciones es la única estrategia efectiva para preservar el medio natural.
"Hay que prevenir la invasión de plantas colonizadoras allá donde todavía no se han introducido por la acción del hombre. Aunque se hagan muchas campañas de concienciación, es muy probable que no logremos erradicarlas nunca del todo, al menos en algunas zonas", apunta el investigador.
"Debemos ser conscientes de que la introducción involuntaria de una sola planta (en jardinería o a raíz de la construcción de una carretera o una urbanización nueva) en un lugar inadecuado desde un punto de vista de conservación de la naturaleza puede llegar a comportar grandes cambios en nuestros ecosistemas naturales. Nuestra actividad puede influenciar enormemente los ecosistemas naturales y provocar su degradación. Preservar la naturaleza es la mejor inversión para preservar la existencia de nuestra especie y por eso la protección de los espacios naturales debe ser una prioridad", concluye el experto.