La contaminación por microplásticos y fibras es una amenaza global que afecta también a los ecosistemas marinos en la Antártida. Estas partículas llegan a las regiones más remotas del mundo, pero todavía se desconoce cómo impactan en la cadena alimentaria de la vida marina. ¿Los microplásticos influyen más en especies que se alimentan cerca del fondo marino? ¿Varía la cantidad de contaminantes acumulados a lo largo de la cadena alimentaria antártica? Dar respuesta a estas incógnitas es el objetivo principal del proyecto antártico MicroANT, una nueva iniciativa de la Universidad de Barcelona en el marco de la campaña antártica española 2024-2025.
El proyecto se despliega hasta el 28 de febrero, a bordo del barco oceanográfico BIO Hespérides y en la base antártica Juan Carlos I, en la isla de Livingston, en el archipiélago de las Shetland del Sur. Lo dirige el profesor Lluís Cardona, de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona, y participan los investigadores Manel Gazo (UB, IRBio), Odei García-Garín (UdG), Damian Vales (CESIMAR-CONICET, Argentina) y Natalia Paso-Viola (UNTDF-CONICET, Argentina).
En una ruta que incluye el pasaje de Drake, las islas Shetland del Sur y la costa oriental de la península antártica —con destino final en la bahía de Margarita (latitud 67 ºS)—, el equipo ha obtenido un elevado número de muestras de agua, sedimentos, zooplancton, peces, y pingüinos y pinnípedos, cuyos excrementos se muestrean. El objetivo es estudiar la presencia de microplásticos y caracterizarlos, analizar su composición química y descifrar cómo se transfieren entre especies en la cadena trófica marina, para valorar su impacto medioambiental en la Antártida occidental.
¿Cuáles son las especies marinas más afectadas por los microplásticos?
Los microplásticos que alcanzan latitudes antárticas se desplazan hacia las zonas más profundas del ecosistema polar a través de la actividad biológica de las especies marinas. "En estos hábitats, los microorganismos y pequeños animales pueden adherirse a las superficies plásticas (biofouling) y esto hace que aumente su densidad. Además, el zooplancton es capaz de encapsular los microplásticos en los excrementos, y estos dos procesos facilitan que las partículas plásticas se hundan a mayor velocidad", detalla Cardona, miembro del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB.
![Pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae). (Manel Gazo) Pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae)](https://pictures.lanocion.es/2025/febrero/18/0_600wt/pingu.jpg)
Pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae). (Manel Gazo)
"Eso hace que el riesgo de ingerir microplásticos sea inferior en los carnívoros que viven en aguas abiertas (pelágicos). Por el contrario, aumenta en los que se alimentan en el fondo marino (bentónicos), que suelen ingerir sedimento junto a las presas que cazan", continúa. "Todo esto sugiere que, en un mismo ecosistema y para un nivel trófico similar, los carnívoros del fondo marino pueden estar más expuestos a la amenaza potencial de los microplásticos que los pelágicos", apunta Cardona. "Estas son algunas de las principales incógnitas que quiere responder el proyecto para conocer el impacto ecológico de las partículas plásticas en los ecosistemas del océano Austral".
Por ahora, ya se han obtenido cerca de quinientas muestras de especies marinas, que ayudarán a descifrar cómo se desplazan los contaminantes plásticos en las redes alimentarias antárticas. En concreto, las especies estudiadas son el Pingüino de Adelia (Pygoscelis adeliae), el pingüino barbijo (Pygoscelis antarcticus), el pingüino papúa (Pygoscelis papua), la foca cangrejera (Lobodon carcinophagus), la foca de Weddell (Leptonychotes weddellii), la foca leopardo (Hydrurga leptonyx), el lobo fino antártico (Arctocephalus australis) y las especies de peces Notothenia coriiceps, Pleuragramma antarctica y Electrona antarctica, además del kril antártico (Euphausia superba).
El proyecto MicroANT analizará también la señal isotópica de carbono y nitrógeno en los excrementos de pingüinos y pinnípedos, para entender su posición en la cadena trófica y relacionarla con la presencia o ausencia de microplásticos.
Cabe recordar que este año la Universidad de Barcelona también participa en la investigación antártica 2024-2025 con la campaña CHALLENGE-2, dirigida por las investigadoras Elisenda Ballesté y Conxita Àvila (UB, IRBio), con el fin de conocer y mitigar los efectos del cambio global y las actividades humanas en los ecosistemas marinos.