TODO AUTOR tiene su punto de vanidad. Como todo actor. ¿Si no, a santo de qué los aplausos al final de las representaciones o de las declamaciones o de los discursos? Las críticas constructivas también deberían sobrellevarse con el mismo ánimo porque te invitan a superarte. Cuando, como me ha pasado, alguien te dice que has escrito algo desgarrador, impresionante, que se mete en el fondo de quien lo lee, etcétera, eso da muchos ánimos. Y uno, ya con su soledad puesta luego, pues admira las estrellas y piensa que en una de ellas ha de estar su inspiración. Una amiga me dijo en una ocasión que merecía la pena ir al Sáhara sólo por ver el cielo estrellado (imposible aquí con la contaminación lumínica, aunque no tuviésemos farolas cercanas), de lo apretujadas que ella las vio allí, tan numerosas y rutilantes. Del mismo modo digo que merece la pena escribir, pintar un cuadro, crear algo y que te comuniquen cosas así, sientas que eres partícipe de la humanidad y ver las estrellas apelotonadas... Son como un manto luminoso de palabras que te cobija, un soplo de vida que acerca tu mano para alcanzarlos —las estrellas o los corazones— y notas cómo rozas una o uno de ellos que especialmente eliges.
Pero a lo que yo decido destinar mi atención es a la humanidad, tantos corazones como estrellas en el firmamento. Elijo los más de siete mil millones de seres humanos que pueblan el planeta y a quienes quiero acariciar con las yemas de mis dedos, alcanzar los mismos vericuetos de su cerebro pero para bien, para que ya nadie sufra más por cuestiones que son evitables en el primer mundo. Y parece que a nadie le ha dado aún por considerar un Gobierno Mundial. Sí la cuestión esa del pensamiento único, pero esto es una aberración. Los científicos, sin embargo, están reclamando un acuerdo mundial de las naciones para contrarrestrar el calentamiento climático, por ejemplo, ya que si no se da, en el 2100 no habrá quien pare del calor y del sudor. Tan solo esta razón sería bastante para el proyecto global del 2022.
Pero a lo que yo decido destinar mi atención es a la humanidad, tantos corazones como estrellas en el firmamento. Elijo los más de siete mil millones de seres humanos que pueblan el planeta y a quienes quiero acariciar con las yemas de mis dedos, alcanzar los mismos vericuetos de su cerebro pero para bien, para que ya nadie sufra más por cuestiones que son evitables en el primer mundo. Y parece que a nadie le ha dado aún por considerar un Gobierno Mundial. Sí la cuestión esa del pensamiento único, pero esto es una aberración. Los científicos, sin embargo, están reclamando un acuerdo mundial de las naciones para contrarrestrar el calentamiento climático, por ejemplo, ya que si no se da, en el 2100 no habrá quien pare del calor y del sudor. Tan solo esta razón sería bastante para el proyecto global del 2022.