EN PLENA Navidad: pésimo. Y lo sabe todo el mundo. Solo algunos nos atrevemos a expresarlo. Yo acuso a los benefactores del "pensamiento único" por favorecer la masacre de una parte de la población mundial a base de seguir sus dictados. Lo hacen nuestros políticos de España con sus camufladas fórmulas, entiéndase, a través de los sistemas sanitarios, la industria farmacéutica y en su colaboración directa con la equivocada y mezquina organización macroeconómica mundial. El setenta por ciento de la población planetaria está atrapada, alienada y manejada por esta corriente que propugnan los más potentados, las fortunas internacionales innombrables.
Esta aterradora dinámica solo se puede contrarrestar con la Globalización Auténtica, una concepción humana y humanitaria en la que no existan de verdad las fronteras, en la que la riqueza de las culturas y las naciones sea en efecto lo que prepondere junto a la asunción de las aportaciones de todos los pueblos del mundo a lo largo de su historia; y donde la equidad mundial y el reparto del dinero se democratice de verdad.
La mayoría de los medios de comunicación actuales son alienantes, es decir, tan solo pretenden imponer ese "pensamiento único" porque son instrumentos y armas en apariencia pacíficas que utilizan los poderosos para mantener su dominio. ¿Cómo lo hacen? Financiando con inmenso capital a la prensa. Sé lo que es pretender que te compren sin comprenderte.
La mixtificación surte efecto sobre los consumidores de información porque en general estos funcionan con la misma mentalidad perversa y adocenante. Pocos nos atrevemos a romper con los viejos paradigmas de simples repetidores de las convenciones periodísticas que pretenden establecernos. Afortunadamente, las redes sociales están facilitando algo el que las personas cada vez sean selectivas y al tiempo emisoras de las informaciones más interesantes, sin mantenerse como clientes pasivos de la misma. No es, sin embargo, suficiente.
Para alcanzar un grado generalizado de rebelión aún más eficaz y transformadora, la opinión pública debe ser consciente de que su comportamiento ha de ser siempre crítico y no conformarse para no recibir el sufrimiento tácito e inexplicable que padece la sociedad. Es lo mismo que a nivel personal: siempre nos engañan más fácilmente quienes han recibido el privilegio de nuestra confianza. Hoy los hijos pueden ser pequeños tiranos y, para evitarlo, y por el mismo cariño que les profesamos, hay que estar alerta y no permitir así que cosas y camelos.
La misma defensa ha de hacerse con la parafernalia mediática convencional que nos agobia. Si no aceptamos —al menos los profesionales— ninguna de sus producciones oficialistas, cada vez les será más difícil que nos embauquen; del mismo modo que si alguien en quien no confiamos trata de colárnosla: mientras más se esfuerza en manipularnos sin ver resultados, más pone en evidencia sus nefastas intenciones.
Esta aterradora dinámica solo se puede contrarrestar con la Globalización Auténtica, una concepción humana y humanitaria en la que no existan de verdad las fronteras, en la que la riqueza de las culturas y las naciones sea en efecto lo que prepondere junto a la asunción de las aportaciones de todos los pueblos del mundo a lo largo de su historia; y donde la equidad mundial y el reparto del dinero se democratice de verdad.
La mayoría de los medios de comunicación actuales son alienantes, es decir, tan solo pretenden imponer ese "pensamiento único" porque son instrumentos y armas en apariencia pacíficas que utilizan los poderosos para mantener su dominio. ¿Cómo lo hacen? Financiando con inmenso capital a la prensa. Sé lo que es pretender que te compren sin comprenderte.
La mixtificación surte efecto sobre los consumidores de información porque en general estos funcionan con la misma mentalidad perversa y adocenante. Pocos nos atrevemos a romper con los viejos paradigmas de simples repetidores de las convenciones periodísticas que pretenden establecernos. Afortunadamente, las redes sociales están facilitando algo el que las personas cada vez sean selectivas y al tiempo emisoras de las informaciones más interesantes, sin mantenerse como clientes pasivos de la misma. No es, sin embargo, suficiente.
Para alcanzar un grado generalizado de rebelión aún más eficaz y transformadora, la opinión pública debe ser consciente de que su comportamiento ha de ser siempre crítico y no conformarse para no recibir el sufrimiento tácito e inexplicable que padece la sociedad. Es lo mismo que a nivel personal: siempre nos engañan más fácilmente quienes han recibido el privilegio de nuestra confianza. Hoy los hijos pueden ser pequeños tiranos y, para evitarlo, y por el mismo cariño que les profesamos, hay que estar alerta y no permitir así que cosas y camelos.
La misma defensa ha de hacerse con la parafernalia mediática convencional que nos agobia. Si no aceptamos —al menos los profesionales— ninguna de sus producciones oficialistas, cada vez les será más difícil que nos embauquen; del mismo modo que si alguien en quien no confiamos trata de colárnosla: mientras más se esfuerza en manipularnos sin ver resultados, más pone en evidencia sus nefastas intenciones.