Cruz Roja ha respondido con un aumento de su atención a personas vulnerables en relación a periodos de temperatura extrema. El cambio climático ha generado un aumento significativo en la frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos, que tienen impacto directo en la salud de las personas tanto a corto como a largo plazo.
Las personas en situación de vulnerabilidad económica o social son particularmente susceptibles a sus efectos adversos, ya sea por el mayor riesgo que enfrentan al no disponer de recursos para mantener la vivienda a una temperatura adecuada (bien por calor extremo o frío), por la mayor prevalencia de enfermedades crónicas y su falta de adherencia terapéutica, o por el aislamiento social (que también redunda en su salud mental).
Así, la Organización Humanitaria ha registrado en el último año un importante aumento de número de personas atendidas desde el área de salud en relación con esta problemática ; si en 2022 eran cerca de 43.000 las personas que necesitaron de la ayuda de Cruz Roja para combatir las olas de calor, este último año, con 1,3 grados por encima de la media, más de 24 días de altas temperaturas y récords históricos en 23 estaciones de la AEMET durante el día y 10 durante la noche, han provocado el incremento de contacto y seguimiento de hasta 71.702 personas (+67,07%). En respuesta a esta situación en 2023, se han implementado diversas acciones tanto a nivel individual como grupal. Estas incluyen llamadas telefónicas de información y seguimiento (con especial atención a personas mayores en situación de soledad no deseada), orientación sobre promoción y sensibilización acerca de los riesgos y consejos útiles, así como acompañamiento a recursos sanitarios y la organización de sesiones y talleres de formación y prevención.
Si bien no hubo más que un episodio de tres días que pudiera considerarse ola de frío, en 2023 hubo varios episodios con temperaturas por debajo de las habituales para la época del año, tras el paso de las borrascas Gerard, Fien y Juliette, que también se dejaron notar en la salud de las personas: Cruz Roja tuvo que atender a más del doble que el año anterior, pasando de 21.676 a 43.672.
Añadido a todo lo anterior, las temperaturas extremas pueden llevar a situaciones de soledad y aislamiento que puede repercutir negativamente en la salud de las personas por problemas de mala adherencia terapéutica, pudiendo provocar un peor control de la enfermedad, dificultar el desarrollo de actividad física, asumir patrones menos saludables de la alimentación, empeorar el ciclo de sueño, y deteriorar claramente su salud emocional.
El impacto de las temperaturas extremas en la población vulnerable puede generar, por tanto, empeoramiento en su estado de salud. Por eso desde Cruz Roja, de forma proactiva, se contacta con estas personas en los periodos de olas de calor y frío, intentando detectar precozmente los problemas que puedan aparecer. Esta población se ve muy afectada por el impacto de los determinantes sociales de la salud (las características de su vivienda, la economía, la soledad no deseada…), y en ese contacto se valoran necesidades a las que se enfrenta la persona, antes de que se genere un problema mayor, intentando dar la mejor respuesta posible que se pueda en cada situación. Muchas veces es suficiente con realizar un contacto telefónico, que aumente la tranquilidad de la persona sabiendo que no está sola, y que hay un equipo de Cruz Roja pendiente de ella; en otras, se precisa ayudarles a recoger la medicación crónica en su farmacia, acompañarles al centro de salud, darles recomendaciones preventivas para mitigar el efecto de las temperaturas extremas o realizar visitas domiciliarias. Intentando, en definitiva y como dice el lema de Cruz Roja, Ser Mejores.
El impacto climático en la salud de las personas
En el caso de las altas temperaturas, éstas pueden causar deshidratación, golpes de calor y agotamiento, especialmente en mayores, niños, niñas o personas con enfermedades crónicas, especialmente las cardiovasculares, respiratorias y renales, que pueden experimentar un empeoramiento de sus condiciones de salud debido al estrés térmico.
El asma y las alergias también emporan, juntos a otros problemas respiratorios, con el calor extremo, ya que las altas temperaturas empeoran la calidad del aire y los contaminantes atmosféricos.
En el caso de bajas temperaturas, la hipotermia especialmente en personas sin hogar es uno de los grandes problemas de salud; igualmente el frío extremo puede aumentar la presión arterial y reducir la capacidad pulmonar, volviendo a perjudicar especialmente a quienes sufren enfermedades cardiovasculares y respiratorias.
El hielo y la nieve aumentan el riesgo de lesiones por caídas, especialmente entre quienes tienen problemas de movilidad reducida, que se enfrentan a superficies anormalmente resbaladizas.
Todo ello, además provoca el aislamiento de la persona para evitar el calor o frío exterior, y aumentan tanto el estrés como la ansiedad por mantenerse fresco o abrigados (según la época del año) y seguros, incidiendo en la salud mental.
Los efectos a largo plazo por fenómenos extremos de calor y frío pasan por desplazamientos de la población (las llamadas migraciones climáticas), el impacto en la seguridad alimentaria (por el daño que causa en los cultivos y el ganado, y su incidencia en el precio de la producción) e incluso ejercen presión sobre los sistemas de energía, agua y salud (precios más elevados en los suministros, escasez, etc.). En los casos más críticos, las dificultades económicas asociadas al uso de sistemas de calefacción o enfriamiento pueden llevar a las personas en situación de vulnerabilidad a tener que elegir entre gastar en necesidades básicas, como alimentos y medicamentos, o en mantener un ambiente seguro y saludable en el hogar.
En resumen, las olas de calor y frío asociadas con el cambio climático representan una amenaza significativa para la salud y el bienestar de las personas en todo el mundo. En el Día Mundial de la Salud (7 de abril) Cruz Roja aboga por la mitigación del cambio climático y la adopción de medidas de adaptación como elementos esenciales para proteger la salud pública y reducir los impactos adversos de estos eventos extremos. Y aumenta la respuesta para atender las necesidades en salud de las personas que se ven afectadas por ese cambio climático, poniendo especialmente el foco en las más vulnerables.