Las consecuencias trágicas de la DANA vivida en nuestro país son una muestra de que los efectos de los fenómenos climatológicos cada vez son más extremos y que es imprescindible una nueva ordenación territorial basada en la adaptación al cambio climático que incluya soluciones basadas en la naturaleza. La organización recuerda que los impactos del cambio climático ya están aquí y que su incertidumbre y gravedad seguirán aumentando. Por ello, insiste en que los planes de reconstrucción anunciados ayer por el Gobierno, no pueden basarse en replicar el modelo antiguo ni sólo en la construcción de nuevas infraestructuras como presas o diques. También deben cimentarse en una ordenación del territorio adecuada que integre el cambio climático, una buena gestión y restauración de nuestros cauces y riberas. Asimismo, se deben actualizar los protocolos de actuación frente a fenómenos extremos incorporando los efectos del cambio climático. Solo de esta manera se podrán evitar pérdidas de vidas humanas y minimizar los daños materiales en el futuro.
La organización recuerda que esta última DANA es un ejemplo más de los impactos cada vez más devastadores a los que nos está llevando el caos climático. La combinación de un fenómeno meteorológico extremo, la expansión urbanística descontrolada y la ocupación de zonas inundables naturales han vuelto a convertir un fenómeno natural y recurrente en el Mediterráneo en una catástrofe social y económica.
Independientemente de la zona en que habiten, WWF insiste en que todos los ciudadanos son víctimas potenciales del cambio climático y que lo ocurrido demuestra que los problemas ambientales se pueden transformar de forma súbita en graves emergencias sociales. Este triste episodio es la prueba de que el cambio climático es una amenaza global con profundas consecuencias locales.
Por ello, la reconstrucción para la que ayer el gobierno de España anunció una inversión de más de 10 000 millones de euros debe adoptar un nuevo enfoque basado en la adaptación al cambio climático y evitar repetir errores del pasado.
Cómo podemos prepararnos para nuevos efectos extremos del cambio climático
En la actualidad, más de 4 millones de personas viven en zonas inundables en España. Eso supone que nuestro país es mucho más vulnerable que hace 50 años al haber desarrollado su tejido territorial obviando esta amenaza. De hecho, muchas zonas propias del espacio fluvial natural, un área en la que los ríos se desbordan y se mueven de forma natural, han sido ocupadas no solo por importantes desarrollos urbanísticos, sino también por actividades económicas, infraestructuras viarias y de comunicaciones.
Por ello, es imprescindible que a la hora de planificar la reconstrucción de infraestructuras y viviendas en primer lugar se tenga en cuenta la geografía y el comportamiento del agua en el territorio para minimizar los riesgos al máximo. En cuanto a las inundaciones más extremas, la organización insiste en que con una adaptación eficaz, una ordenación del territorio adecuada y una buena gestión y restauración de cauces y riberas, podemos evitar los efectos más graves de pérdidas de vidas humanas, así como los daños materiales.
La adaptación a la emergencia climática contribuye a reducir los impactos previstos por el aumento medio de las temperaturas y asociados a eventos extremos como inundaciones. Las soluciones basadas en la naturaleza, como la recuperación del espacio fluvial natural para disminuir la peligrosidad de las avenidas, favorecer la infiltración del agua en el territorio con la restauración del suelo en zonas forestales diversas, el drenaje urbano sostenible o la restauración de humedales para ayudar a la retención del agua en zonas naturales, son las mejores aliadas en este caso, ya que favorecen una mejor adaptación a los impactos, al tiempo que contribuyen a frenar el aumento de las temperaturas.
Igualmente, hay que poner en práctica medidas para reducir la vulnerabilidad frente a este riesgo creciente a través de planes de ordenación urbana adaptados a los efectos del cambio climático. De hecho, hay usos compatibles con una inundación como, por ejemplo, un parque y otros que deben protegerse, como un hospital.
De igual forma, se pueden desarrollar acciones para recuperar y restaurar el espacio natural fluvial y sus hábitats con proyectos de restauración ecológica que minimicen las inundaciones en núcleos urbanos en dichas cuencas. El objetivo es crear la mayor superficie posible de llanuras de inundación funcionales y libres de viviendas, o infraestructuras esenciales. Esto minimizaría los impactos negativos de estos fenómenos, al reducir la velocidad del agua y la profundidad que alcanza en una inundación: los factores más letales.
Todo ello sin dejar de lado soluciones como los planes de protección civil actualizados que se anticipen al momento en el que se pueden producir daños. Por ejemplo, ordenando el cierre de carreteras o el cese temporal de actividades que estén expuestas en caso de que llegue la inundación con un tiempo prudencial suficiente.
La organización destaca que evitar nuevos eventos catastróficos no se va a conseguir sólo con más presas o con nuevas infraestructuras de encauzamiento, sino respetando y restaurando la naturaleza así como con una adecuada planificación territorial. Rechaza algunos de los bulos más extendidos y que pretenden relacionar esta catástrofe con la eliminación de pequeños obstáculos, obsoletos y abandonados, que incluso pueden ser un agravante en un episodio de inundación.
En España, todas las barreras que se han eliminado en los ríos son azudes o barreras de menos de 5 metros, que no tenían ninguna utilidad para la gestión del agua o de los riesgos asociados a una inundación. En ningún caso han sido presas que tuvieran utilidad para prevenir daños por inundaciones, que tuvieran un papel relevante para la gestión del agua para el abastecimiento de poblaciones o cultivos de regadío. Todas las que se han eliminado suponían un perjuicio para el río y una carga para las autoridades del agua por su falta de mantenimiento, abandono, mal estado o falta de uso.
Según Juan Carlos del Olmo, Secretario General de WWF: "Los planes de ordenación urbana y territorial deben integrar la adaptación al cambio climático, así como ser coherentes y ajustarse a la normativa actual de protección y gestión de los ríos y sus riberas. No podemos reconstruir los bienes afectados ignorando los peligros frente a los fenómenos extremos. Existen Planes de Gestión del Riesgo de Inundación vigentes que informan de las zonas inundables y los peligros asociados a las avenidas, pero urge reducir la vulnerabilidad del territorio y las actividades económicas de acuerdo a la información que ya disponemos. También es necesario reforzar la cultura del riesgo entre la población, mejorando los sistemas de alarma temprana e informando de forma clara y proactiva de cómo actuar en caso de emergencia".