Con más de 90 escuelas dañadas, más de 24.000 niños y niñas de los municipios valencianos afectados por la DANA del pasado 29 de octubre aún no han podido volver a las aulas. Según datos oficiales de la Conselleria de Educación, de los centros revisados 12 están totalmente destruidos y más de una veintena no están en condiciones de abrir próximamente debido a daños materiales de diverso calibre. Estos 24.272 alumnos van a ser acogidos en otros centros educativos de las zonas colindantes. Además de la crisis educativa, estos niños y niñas viven en pueblos sumidos en las terribles consecuencias físicas, familiares y emocionales de la catástrofe.
La experiencia de UNICEF en emergencias humanitarias, así como durante la pandemia de la COVID-19 en España, nos demuestra que la infancia es la población más vulnerable cuando ocurre un desastre. A largo plazo pueden darse consecuencias adversas para el bienestar y el aprendizaje de los estudiantes, especialmente para quienes ya se encontraban en una situación de vulnerabilidad debido, por ejemplo, a la pobreza, la exclusión social o la discapacidad.
Ante esta situación, la escuela ofrece protección, normalidad, rutina y estabilidad y reduce las repercusiones en los niños y niñas al ser un espacio donde pueden jugar, socializar con niños de su edad y tener un respiro de la tensión y trauma vividos.
En el caso de la asistencia temporal de alumnado a otros centros educativos que los acojan, debe garantizarse el transporte seguro y la accesibilidad, así como todos los recursos materiales y humanos adecuados para su integración exitosa, prestando especial atención a su protección a través de profesionales especialistas en infancia correctamente formados.
En los casos en que las escuelas no están en disposición de poder reabrir sus puertas, y hasta que llegue ese momento, UNICEF España recomienda la habilitación de espacios seguros para la infancia en instalaciones alternativas, como centros comunitarios (casas de cultura, de juventud o d'esplai), deportivos o de otra índole que cuenten con las condiciones necesarias para cumplir con la misma función de manera provisional. Además, estos espacios deben proporcionar ocio, juego y socialización, que son elementos clave para la recuperación de los niños y niñas.
Tanto la escuela como los espacios seguros deben contar con profesionales que garanticen la protección de la infancia, atiendan sus necesidades psicológicas y puedan detectar situaciones de especial vulnerabilidad.
Por tanto, para garantizar una vuelta a la escuela segura, UNICEF España recomienda:
- Volver a la escuela lo antes posible: priorizar el retorno a las aulas, asegurando que se mantenga la continuidad del aprendizaje incluso en una situación de crisis como esta, sea en las escuelas habituales o en otras que acojan temporalmente al alumnado.
- Establecer espacios seguros alternativos: en el caso de escuelas con elevados daños, se puede evaluar la posibilidad de utilizar otros edificios públicos y/o instalaciones deportivas o culturales como aulas temporales.
- Planificar y asegurar servicios relacionados: como las necesidades logísticas, de personal y de transporte, entre otras, que sirven para ir y volver de la escuela y estar en ella con garantías suficientes. Se debe prestar especial atención al servicio de comedor, en particular para los alumnos con beca y vulnerables.
- Prestar atención a las situaciones de vulnerabilidad: identificar y proteger a los niños, niñas y familias más vulnerables, independientemente de su situación legal o condición; monitorizar y atender los casos de absentismo o abandono escolar que puedan surgir derivados de los cambios.
- Mantener la coordinación entre instituciones y servicios:una coordinación efectiva entre diferentes instituciones y con la comunidad educativa es clave para proteger el derecho a la educación y a la protección de los niños y niñas afectados, incluyendo la continuidad en el seguimiento tutorial de alumnos realojados
- Rehabilitar infraestructuras: desarrollar planes sólidos para la reapertura segura de escuelas dañadas, atendiendo en este caso de manera especial a la salubridad del agua, las instalaciones eléctricas y las cocinas.
- Asegurar que los niños y niñas reciben apoyo para enfrentar el trauma y así evitar futuros problemas de salud mental.
- Apoyar a toda la comunidad educativa: esto incluye evaluar el impacto emocional y dar soporte a alumnado, profesorado y familias, y facilitar a estas la conciliación.