Las profesoras de la Universidad de Granada Teresa Espejo Arias, Ana María López Montes y Rosa Gutiérrez Juan, especialistas en conservación y restauración de libros y documentos, han viajado a Valencia para colaborar como voluntarias en el Instituto Valenciano de Conservación y Restauración en los trabajos de recuperación de documentos dañados por el barro y el agua como consecuencia de las riadas del pasado mes de octubre.
Dos meses y medio después de que la catástrofe devastara varios municipios de la provincia de Valencia, los técnicos y restauradores del Instituto Valenciano de Conservación y Restauración, dirigido por Gemma Contreras, siguen trabajando a contrarreloj en la recuperación de los bienes afectados. Entre estos, y dada la naturaleza de los materiales orgánicos que componen sus fondos y colecciones, los documentos de archivos municipales y los de algunas iglesias se encuentran entre los más perjudicados y los que más han sufrido las consecuencias de la acción del agua y el barro.
Tras una primera fase de examen y evaluación in situ, en las poblaciones, los documentos se trasladaron a la Feria de Valencia donde fueron intervenidos de urgencia, eliminando las gruesas capas de barro y lodo que los cubrían y preparándolos para su secado. El objetivo era salvaguardar su contenido como testimonio de la historia, la vida y la gestión de cada uno de estos pueblos.
En esa fase inicial, se eliminaron las cajas, carpetas, bolsas y demás envoltorios y se extendieron sometiéndolos a una ventilación cruzada. En ese momento del proceso hay que resaltar el uso que los técnicos del instituto valenciano han dado a objetos de uso cotidiano como las hueveras de cartón, que se han convertido en elementos protagonistas de la fase de secado. Entre los bloques de documentos empapados se intercalaban estas hueveras formando pilas de documentación. Su morfología y composición, que facilita que no se moje en exceso ni se deforme, permite el paso del aire, lo que favorecey acelera el secado de papeles y cartones. El proceso continúa con la separación manual de las hojas mientras todavía conservan parte de la humedad y el intercalado de papeles secantes, evitando así que las hojas se peguen formando bloques. A continuación se envasan al vacío para eliminar deformaciones y, una vez secas, se aspiran para evitar la proliferación de microorganismos. Finalmente, los documentos se agrupan de nuevo en cajas para su devolución a los archivos.
Este proceso, sin embargo, es lento y aún está lejos de finalizarse. Tras un periodo de trabajo muy duro y de la implicación de muchos profesionales y voluntarios, explica Teresa Espejo, "aún queda mucho por hacer y no se puede bajar la guardia. Es necesario continuar colaborando, a la vez que aprendiendo de sus aciertos, siendo conscientes de la necesidad de establecer planes adecuados de contingencias que preserven nuestros archivos, pues no sabemos cuando le tocará a los nuestros".