En el marco del Día Internacional de los Bosques, que se celebra mañana, 21 de marzo, Greenpeace considera que 2025 es un año clave para el futuro de la región amazónica, dado que la próxima Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, la COP30, se celebrará en noviembre en la ciudad de Belém, en el Estado brasileño de Pará.
La Amazonía, la mayor región tropical del planeta, es una vasta región que comprende 9 países y cubre 7 millones de km2 en la franja ecuatorial de Sudamérica. Es una zona muy heterogénea y diversa, fundamental para mantener la resiliencia frente a los cambios de régimen ecológico bajo los efectos del cambio climático global. La Amazonía es un componente crítico del sistema climático de la Tierra. Greenpeace advierte de que, para evitar un empeoramiento del cambio climático y la pérdida de biodiversidad así como para garantizar la supervivencia de los pueblos indígenas, es fundamental detener la deforestación y degradación de la Amazonía.
"Desde Greenpeace esperamos que el liderazgo del actual presidente del país, Luiz Inácio Lula da Silva, facilite que, durante esta cumbre, se produzcan avances significativos en la lucha contra la deforestación y el cambio climático. Y que se enfatice en la función de los bosques en la mitigación del calentamiento global así como en el papel de los pueblos indígenas como legítimos propietarios de sus territorios y defensores de la selva y sus recursos", ha declarado Miguel Ángel Soto, portavoz de la Campaña de Bosques de Greenpeace España.

El modelo agroalimentario es responsable de la deforestación
Según el IPCC, en 2050 el agroalimentario será el sector con mayor cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero, por delante de la producción de energía o el transporte. El IPCC también señala que este sector tiene un potencial mitigador de hasta el 70 %. A corto plazo, la reducción de la deforestación en las regiones tropicales tiene el mayor potencial total de mitigación en el sector de la agricultura, silvicultura y otros usos de la tierra.
La deforestación es la principal responsable de la elevada participación del sector alimentario en las emisiones contaminantes en Brasil. Tras la tala de los árboles con interés comercial, el uso de fuego (queimadas) es la herramienta utilizada para convertir los restos del bosque en cultivos y pastos. Y estos incendios lanzan a la atmósfera grandes cantidades de gases contaminantes. De acuerdo con el Observatório do Clima brasileño, Brasil es uno de los mayores productores y exportadores mundiales de grano y carne de vacuno, y esta producción es responsable del 73,7 % de las emisiones de gases de efecto invernadero de Brasil. La deforestación provocada por la expansión de tierras para cultivo y cría de ganado supone el 56 % de las emisiones totales del sector. Además, la ganadería es responsable del 30 % de las emisiones de metano en el mundo, un gas con un potente efecto invernadero. A pesar de tener un tiempo de vida más corto en la atmósfera que el CO2, el metano es 80 veces más potente que el CO2, lo que lo convierte en un factor clave en el calentamiento global. Sus emisiones son las que más aumentaron desde la era preindustrial (un 265 %, mucho más que el CO2) y es el segundo gas de efecto invernadero con más emisiones a nivel mundial, también en España.
En el caso de la Amazonía brasileña, el 90 % de las zonas deforestadas se han convertido en pastos para alimentar a la cabaña de ganado vacuno, mientras que la superficie restante son cultivos de soja que, en gran medida, se exporta a países terceros, como España. El cultivo de soja se expande y, en 2022, ya cubría casi 7,28 millones de hectáreas en la Amazonía brasileña, aproximadamente 8.400.000 campos de fútbol. España es el tercer mayor importador europeo de soja de países como Brasil, Argentina y Paraguay. La inmensa mayoría de las importaciones de soja está destinada a la fabricación de piensos para alimentar a la ganadería industrial. Debido a una expansión desbocada de la ganadería industrial, este sector, además de contribuir de forma inequívoca a la deforestación, es ya en España el responsable del 76 % de las emisiones del sector agrario y del 62 % de las emisiones totales de metano.
"Reducir la deforestación, fundamentalmente en las regiones tropicales, es fundamental para evitar un agravamiento del cambio climático", ha declarado Soto. "Pero la reducción de emisiones vendrá también de un cambio de patrones de consumo, como la implantación de dietas saludables sostenibles y la reducción de la pérdida/desperdicio de alimentos".
El banco Santander, financiando la deforestación en Brasil
El banco Santander en Brasil es el mayor banco internacional responsable de financiar a las tres grandes productoras y exportadoras de carne de Brasil: JBS, Marfrig y Minerva. Estas empresas cárnicas son las que están vinculadas a la deforestación de la Amazonía, el Cerrado y otros biomas brasileños, y son estas mismas empresas las que lideran las emisiones de metano.
En un informe de Greenpeace sobre las emisiones de metano por parte de la industria cárnica, publicado en octubre de 2024, se señala que algunas empresas clientes del banco Santander – como JBS, Marfrig y Minerva- se sitúan entre las cinco mayores empresas emisoras de metano del sector cárnico y lácteo mundial. Entre estas empresas destaca el gigante JBS, la mayor productora de proteína del mundo y la segunda mayor empresa de alimentación a nivel global. Se estima que este gigante cárnico es responsable de más emisiones de metano que las registradas por grandes petroleras como ExxonMobil y Shell juntas.
En septiembre de 2023, una investigación de Unearthed y O Joio e O Trigo sacó a la luz un escándalo sobre la emisión por parte de JBS de bonos "verdes" engañosos, que el banco Santander ayudó a poner en el mercado, pero que estuvieron destinados en parte a empresas agrícolas y ganaderas brasileñas acusadas de dañar el medio ambiente y de permitir la existencia de trabajo esclavo, entre las que estaba JBS. Recientemente, se ha publicado que los directivos de la empresa JBS han dado un paso atrás respecto a sus compromisos de descarbonización.
Los bosques en España: más superficie forestal, con problemas de salud y con mayores riesgos
Muy alejados del problema de la deforestación, que afecta a otras latitudes, la superficie forestal aumenta en el Estado español.
El 56 % del total de la superficie española se considera superficie forestal, nada menos que 28.391.780 hectáreas. De esta superficie, 19.239.973 hectáreas corresponden a superficie forestal arbolada, lo que supone un 38 % del territorio. Estos datos colocan a nuestro país en el segundo lugar en la Unión Europea en cantidad de patrimonio forestal, tras Suecia y por delante de Finlandia, Alemania, Francia o Polonia.
Además de ser una potencia forestal dentro de la UE, en España la superficie forestal aumenta. Desde el año 1990 muestra un ritmo de crecimiento medio anual de casi 73.000 hectáreas, y en los últimos 25 años la superficie arbolada ha aumentado en 4,6 millones de hectáreas. El éxodo rural a partir de mediados del siglo XX y el abandono de las actividades propias del sector primario en superficies agrícolas y forestales están detrás de este avance de superficies cubiertas de matorrales y árboles en espacios antiguamente destinados a cultivos y superficies de pasto.
Si bien tenemos más superficie forestal, una parte importante de nuestros montes se encuentra en una situación de alto riesgo debido a los problemas estructurales del medio rural español, como son el abandono, la falta de gestión y el fuerte descenso de la actividad extractiva de los recursos forestales (madera, leña, resina, corcho, ganadería extensiva). También por los efectos del cambio climático, que agudiza y extiende enfermedades y plagas que provocan el debilitamiento e incluso la muerte del arbolado, y por el aumento del riesgo de grandes incendios forestales, con una prolongación de la temporada de alto riesgo y con nuevas tipologías que hacen cada vez más frecuentes los incendios de gran tamaño y de elevada gravedad.
"El abandono del medio rural y la falta de gestión de muchos paisajes forestales, sumados a las consecuencias del cambio climático sobre los ecosistemas, forman un cóctel explosivo que está generando preocupantes riesgos ambientales, económicos y sociales", concluye Soto.