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NO SIEMPRE es fácil investigar, informar y difundir el significado de la realidad circundante. Gran parte de los periodistas de hoy se limitan a cumplir una tarea casi rutinaria. O bien se sobrevuela levemente el panorama informativo o, por el contrario, se satura el mismo, casi siempre por intereses manipulativos. El flujo continuo de los acontecimientos se mezcla con la búsqueda acuosa de la felicidad. Vivimos en una modernidad cada vez más líquida, movediza. El budismo Zen defiende la tozudez del agua, que siempre encuentra un camino por muchos inconvenientes que se interpongan a su paso. La vida se compone de un permanente echar de menos y de un continuo proyectar. El Camino de Santiago se ve abarrotado de peregrinos que acuden al fin de la Tierra a pedir algo, a agradecer bondades en su vida o a reconciliarse consigo mismos: un encuentro interior. Hay quien simplemente se va a Ibiza, pero todos buscan de alguna manera colmarse de algo, o colmar su espíritu. El peregrinar de las vidas: unos con fecha de retorno; otros, indefinido. Siguiendo el curso tozudo que enseña el agua. La vida de la gente, con muchos medios unos; otros, con lo imprescindible. Tantísimos mordiendo el polvo, haciéndose de nuevo, buscando un trabajo que les dignifique. Y que les ancle en tierra firme... o en el encanto de otra persona, en la benignidad de un clima. Alcanzar la esencia del agua es lo que queremos todos. ¡Cuántos no lo saben! Ese elemento imprescindible para la vida que puede llegar a ser más caro que el oro si no la sabemos cuidar, el producto más consumido del mundo. Aunque beber más agua de la necesaria puede provocar intoxicación y llevar a un edema cerebral o pulmonar fatal: hay corredores aficionados de maratón que han muerto de esta manera. El tema de este mes de junio es la constitución de los gobiernos regionales y municipales. La gente quiere una vida buena, pero hay tantos problemas, ¡tantas carestías! Unos lo pueden casi todo y otros están sedientos, humillados, condenados. Alcanzar un equilibrio es el objetivo y, sobre todo, saber activar a los más menesterosos, darles vía a su independencia.
LAS CRÍTICAS son importantes si nacen de un espíritu renovador o, como ha sucedido en estas elecciones, de un descontento general. Son espuela para regenerarse. Decía el autor del Quijote que suele la indignación componer versos. Un movimiento muy en boga, los indignados, verdadero acicate de la sociedad española actual. Las transformaciones son lentas, pero si están basadas en el ingenio, se podrá conseguir algo auténtico que haga evolucionar en positivo a la Historia. De todas las figuras que brillan en el recién elenco electo, la que más me impacta es la de Manuela Carmena, más que por sus ideas, por su personalidad. Da garantías reales de estar preparada para aplicar las ideas a los seres humanos y a las cosas. Comunica y sabe comunicar. Va a ser la alcaldesa de la capital de España, alto honor para cualquier compatriota. Es jovial y marchosa, monta en bici con setenta y un años. Se ha hecho viral por Whatsapp la sinopsis de su biografía, y yo contribuyo a su apología a través de los medios porque es lo que más me ha sorprendido de las novedades políticas de la actualidad. A la edad de Cristo, Manuela era abogada en el despacho laboralista de la calle Atocha donde fueron asesinados cinco de sus compañeros. A los 45 años, como jueza de vigilancia penitenciaria, abogó por que la prisión fuera una oportunidad de rescatar al ser humano; insistió en tener psicólogos en su equipo y en conseguir la rehabilitación de los toxicómanos. A los 49 años fue decana de los juzgados de Madrid y suprimió las denominadas astillas, un soborno muy extendido que cobraban los funcionarios para agilizar la tramitación de los asuntos. A los 52 años, como vocal del Consejo General del Poder Judicial, renunció al coche oficial y pidió bajarse el sueldo. A los 65, como relatora de las Naciones Unidas, criticó severamente las violaciones a los Derechos Humanos en países como Venezuela. A los 66, invirtió parte de sus ahorros en montar una tienda social de ropa de bebé hecha por reclusas. Yo escribo, y veo en esta mujer un acicate para contribuir a redactar los renglones más importantes de la Historia.
LA PALABRA machacona que vamos a escuchar y leer estos días en los medios va a ser pacto. Se trata del futuro de todos, no del de las formaciones políticas. Que pacten lo más conveniente para España, pero que esta vez no nos tomen el pelo. Que no haya gente que sienta que las líneas de los supermecados están vacías porque no pueden acceder a ellas. Porque si esta vez no dejan de enturbiar a la sociedad con sus desmanes, podemos llegar a una situación de total depauperación. Mientras haya millones de españoles en el umbral de la pobreza, nadie debería estar tranquilo. Que pacten y arreglen, pero que no esperen a que llegue un día en que nadie pueda adquirir comida, aunque tenga dinero, por la falta de crédito a las pequeñas y medianas empresas distribuidoras, por quiebras de transportistas, por bajadas de salarios y por el aumento de los despidos, cuando todo se retuerza aún más en una espiral de círculos viciosos. ¿Hace falta llegar a esto para que se convenzan de que España padece el cáncer de la dictadura de los mercados? Que pacten, si hace falta, salir de Europa, continente inestable, aunque no lo aparente, tratando de confiar en una Alemania que —a pesar de su alto sentido de la responsabilidad y del trabajo— no admite las grietas que acabarán resquebrajando a toda la Eurozona. El Sur tiene la gran oportunidad de rebelarse, revelarse y desvelarse. Aquí, en el patrio suelo que antaño abarcaba tanto que no se ponía el sol, poco se puede hacer con líderes mendaces y demagogos que manipulan mentes, egoísmos y miedos; que sólo están aferrados a salvarse ellos mismos y para lo cual son capaces de las historias más deslumbrantes y aparentes. Que pacten por el pueblo y no para una buena imagen de los partidos. Que inicien relaciones comerciales con Sudamérica, la gran apuesta olvidada, y que regeneren el movimiento del dinero, el reparto de la gran riqueza que existe en España. Que pacten sin mentiras ni egoísmos. Y que piensen, sobre todo, en las personas que lo están pasando mal y carecen de los medios suficientes.
UNA SINÓPTICA visión del panorama postelectoral nos da ciertas pistas. En general, han aflorado vertiginosamente formaciones que vienen del fragor de la batalla en la calle, de las famosas marchas ciudadanas y de los movimientos sociales. Ahora la configuración política aún está en el aire. Habrá gobiernos de minorías, abundantes para el PP. Suelen ser inestables, durar entre medio y un año. Pero hay algo importante: si se producen acuerdos entre partidos, lo que ahora pacten determinará las elecciones generales. Esos pactos, de producirse, van a obligar a los partidos a definirse en un discurso que les indentificará más. Pero el rasgo sorprendente que se ha producido en las grandes urbes de España es la constatación de mujeres líderes en las corporaciones que se van a constituir. Desde Susana Díaz, en pleno proceso constitutivo tras haber adelantado las elecciones en Andalucía; pasando por Ada Colau, de Barcelona en Común, que será la nueva alcaldesa de la ciudad condal; siguiendo con Manuela Carmena, de Ahora Madrid, ganadora como candidata a la alcaldía de la capital del Estado —ambas apoyadas plenamente por el partido Podemos— además de Mónica Oltra que, con Compromís, alcanzará la presidencia de la Generalitat de Valencia y, por citar una más, Cristina Cifuentes, del PP, que necesitaría el apoyo de Ciudadanos para conseguir gobernar la Comunidad de Madrid. Triunfo de mujeres. Este es el cambio más significativo. Y, en su mayor parte, personas sencillas. Confío en que este nuevo mapa matriarcal proporcione al país esa visión que suelen tener las féminas de la economía y de la justicia. Ambos conceptos, bastante ligados entre sí en cuanto a que cuando conocemos levemente muchas injusticias enseguida percibimos el olor de la ambición, casi siempre centrada en conseguir dinero de manera fraudulenta. Tal vez estas nuevas mandatarias sean capaces de liberar a la sociedad de este mal.
¿ALGUIEN SE acordará de mí si dejo de existir? ¿Qué somos en definitiva? Sentimientos y pensamientos, creo. Los míos. Los de cada uno. Si uno se siente bien, piensa mejor. Existir, pensar, sentir. Un ciervo herido es el que más salta. Sé que paso más bien desapercibido, como tantos que quizá se creen el ombligo del mundo. Nadie es imprescindible, pero todos podemos contribuir a la libertad. La diferencia radica en la observación, sintiendo y transformando las sensaciones del mundo en nuestro interior. Los esfuerzos hercúleos por destacar de los personajes del mundo son eso: saltos de un ciervo herido. Es la sociedad la que camina hacia su fin o su resurgimiento. ¿Para qué realizar grandes obras, si tan solo se trata de seguir? Existen muchas genialidades ya escritas, ya erigidas, ya realizadas. Si yo no voy a aportar algo especialmente original y arrebatador —lo nunca escrito— no es disparatado mantener una discreta línea, este contar y seguir, contemplar y comentar, dejar rastro de lo destacable y ensalzar lo que puede ayudar al camino de la libertad de todos. Y esa es mi denodada lidia diaria, la que recrea, la que plantea, la que habla de escenarios donde acontece la vida de los seres humanos y propone otros nuevos, erosionando el conservadurismo pernicioso que anestesia a la imaginación, utilizándola en el presente, disfrutando del cotidiano galopar, sintiendo este presente sin sacrificarlo, con la recompensa de la satisfacción misma en lo que se realiza. Es el hedonismo práctico carente de ataduras emocionales y de sumisión a forjadas premisas filosóficas; aspirar a lo genuino comprometido con el momento social, pero sabiendo que lo importante es mantener la propia calidad existencial, sin dejarse influir por el juicio social, sino tener en cuenta las necesidades de la colectividad para actuar en consecuencia y favorecer el camino de la humanidad. He aprendido a ser libre, pero necesito de la sociedad. Mi lucha es la libertad, la mía y la de todos. Y lucho precisamente porque soy libre. ¿Dejar huella? La que queda en mí mismo de la libertad.
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