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SIEMPRE ME toca vivir intensamente. No sé de qué manera me las arreglo, pero mi vida es aventura. Acabo de llegar a la antigua Legio, ciudad norteña bimilenaria y romana, fría y cruda como ella sola en invierno y hasta en verano. Desde que partí de Levante pensaba que mis posaderas gozarían del reposo del guerrero y de la placidez propia del turista. Pero ni en realidad soy lo último y quizá no tanto lo primero a mis 'taitantos', aunque sé que nunca pararé de luchar, de impregnarme de los sitios y de las gentes; nunca podré desprenderme del carácter aventurero de mi persona ni presindir del trotamundismo que me ha tocado en gracia. Y así, tal día como hoy mismo, se me apelotonan las vivencias y las sensaciones. El tiempo, no, porque lo considero plano. No me quejo de falta de comunicación; al contrario, entablo relación fácilmente con cualquier ser humano. Quiero conocer a fondo las cinco razas, de alguna manera. Ya he convivido durante tres meses con africanos, observando y compartiendo sus costumbres y sus modos de organizarse. He sentido eso que llaman mal de África, notarse atrapado por una fascinación continental. Es lo que quiero experimentar con el mundo. Mi simpatía por las distitintas razas me alejan, desde luego, de cualquier consideración de racismo que se me pudiera achacar. Cualquier individuo puede hacer tan diligentemente lo perverso como lo beneficioso, pero me dan más confianza quienes cuentan con alguna fe en su vida, con algún criterio, con algún ideal. O con entusiasmo entrañable por lo que hacen. Si algo se realiza con buenos sentimientos, la obra final será grata y plausible. Hoy, lejos de mi rincón preferido de escritura, me siento afortunado y sabedor de que pocos acertarán con mi perfil completo por mucho que tengan plantillas y preconcepciones. Puedo pertenecer a una religión, pero no soy dogmático. La rutina no va conmigo: mata otras sensaciones de vida y la libertad de crear y recrear con el mundo, interrelacionarse con él y sus gentes, probar y comprobar todo, saborearlo, conocerlo y poder escribir de ello.
DE TODAS las cosas positivas que podemos extraer de los tiempos de crisis que nos ha tocado vivir, me alegro especialmente de una: de que las personas más avezadas hemos aprendido a convivir con el no. Ese no, a casi todo el mundo se lo plantó la crisis en la cara; a unos más que a otros, pero es indudable que todos han sufrido algún efecto colateral de la precariedad, aunque también se dan, por supuesto, grandes aprovechamientos y oportunidades económicas para no pocos entusiastas del mundo de los negocios. La tristeza general reinante, sin embargo, no es plato de gusto para nadie, por muy elevado que esté en su torre de marfil y no quiera enterarse o, también, no le falte de nada: quizá algún servicio específico en un determinado momento. Lo cierto es que en el transcurso de la jornada siempre habrá algo que le contraríe a usted, querido lector, o a cualquiera, por poca crisis que le afecte. El ser humano —dicen— es escritor de su propio destino. Si cuidamos la ortografía vivencial conseguiremos pensar en positivo. Hay una regla clave para eso, que deberíamos repetirnos: si tratamos de buscar siempre buenos sentimientos seguro que gozaremos también de buenos pensamientos. Y ahí entra en juego la solidaridad, cuyo peor enemigo es el temor, que, si superamos u obviamos, da paso natural a la genuina cordialidad, al entendimiento y la empatía. Lo peor que podemos hacer es enredarnos en pensamientos negativos, en negruras imaginativas y recelos. Todo este enjambre no es más que, hablando en plata, cacao mental que nos abre la puerta al miedo, engrandeciéndose su perversión. Hoy puede ser un gran día, tal como decía la canción de Juan Manuel Serrat. Dese el gusto, mejore su cara y la faz de la gente con su actitud. ¿Acaso ya no somos diferentes? ¿O solo era España? España es mucho decir y ahora no hacemos más que rebajarla, depauperarla, aborrecerla. Nos dejamos llevar mucho por la cuadratura del círculo alemán. Y —recordemos— los españoles siempre hemos apostado por la intrepidez y la épica, por el sentido de emprender y conquistar.
NO SOLO las noticias, sino lo bueno y lo malo en su conjunto nacen
en cualquier lugar pero se expanden, hoy por hoy, con la misma
intensidad que en su zona de origen. La aldea global es un hecho no
solo periodístico sino vivencial en todos los ámbitos,
desde las modas a la práctica de vida funcional, pasando por la
situación sanitaria de grupos e incluso individuos. Las fronteras,
en casi todo el planeta, se están convirtiendo nada más que en un
trazo figurativo que poco impide el paso de acontecimientos,
enfermedades e innovaciones tanto beneficiosos como todo lo contrario, demostrando cada vez más
que el género humano —tomado planetariamente— goza y sufre de una
interdependencia jamás conocida, y congrega de forma natural a los grupos definidos bajo los distintos Estados (unos
204), superando su influencia y su radio de acción.
La civilización
universal, así vista, es única (aparte de ser proclive a una mayor unidad, más racional y eficaz) y también superior en cantidad y calidad, en todos los aspectos, a la
suma de todas las naciones, con lo cual sería imposible gobernar el
mundo por meros convenios entre todos los Estados. El objetivo de
estos es satisfacer el mayor número posible de necesidades sociales, con un ordenamiento jurídico exhaustivo; se portan de
modo instrumental, es decir, sin un fin natural, el cual puede ser
cubierto por entidades y sociedades subsidiarias. Todo país comenzó a constuirse
en un determinado momento, pero por la misma dinámica puede abdicar de su
esencia, dejar de ser. No son exigencias humanas naturales los Estados; son cambiantes en su proceso de crecimiento. Y se portan rígidamente como
instrumentos para una organización política y jerárquica. No así, en la actualidad, la comunidad humana
universal ni la célula familar, que tan solo se desarrollan
satisfaciendo algunas necesidades básicas del ser humano, tales como
el mismo hálito de sentir y/o el amor, para proporcionarnos luego la
autonomía personal que puede permitirnos vivir en cualquier lugar. El concepto de Estados, por un lado y el de comunidad humana y familia, por otro, tienen en común el territorio, el espacio, cualquiera que
sea, pero tanto la unidad más básica o familiar como la gran
comunidad mundial no son básicamente territoriales como lo
son los Estados. Es necesario ver la diferencia, porque otro día, en una segunda entrega, trataré de demostrar la importancia del momento simbólico y decisivo de la Globalización Auténtica. Ahí radica la razón del nuevo sistema
mundial incipiente y que se está generando de forma casi espontánea, por la dinámica y la altura de los tiempos —todo lo contrario del llamado "nuevo orden mundial" que es artificial y forzado, el que quiere imponer
una oligarquía interesada—, sobrevenido de forma tan natural como brota la vida, debido
a la creciente y novedosa situación internacional de interdependencia humana. Sistema que aún no está bautizado, cuyo embrión vivimos todos los habitantes del planeta en estos cruciales años.
LA MILLONARIA tirada del Charlie Hebdo postatentado —agotado en minutos en la capital francesa; adquirido también y solicitado en las distintas ciudades más cosmopolitas del mundo— da fe de lo espeluznante y brutal que puede ser el fanatismo y hasta la simple vanagloria humana. La mayoría de los crímenes también más comunes se cometen impulsados por el orgullo. Un profeta actual, Francisco, da en la diana al aseverar que no es necesario creer en Dios para ser buena persona y que la idea tradicional de Dios no está actualizada. Me parece tan acertada que reproduzco íntegra la cita: "Uno puede ser espiritual pero no religioso. No es necesario ir a la iglesia y dar dinero. Para muchos, la naturaleza puede ser una iglesia. Algunas de las mejores personas en la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre". Probablemente ninguna religión en su globalidad esté exenta de toda culpa en la historia, aunque esto no significa que sus principales aportaciones a la población hayan podido ser beneficiosas y necesarias. Creo que hay que luchar contra el mal y no precisamente encarnizarse con los malvados. Sería otra forma de dogmatismo pernicioso que deteriora la convivencia. Ahora hay que demostrar las ganas de futuro de todos y, tanto los líderes espirituales como los políticos, propagar y cumplir que nadie ha de atentar contra la especie humana ni de forma patente, como con el terrorismo, ni de forma latente, como pueda ser, por ejemplo, la estragetia macroeconómica. El luctuoso semanario, en su nueva edición, ha evitado acertadamente el odio hacia estas personas que no aceptan el humor ni la sátira. Los asesinos no son los únicos que no entienden esta válvula de escape tan humana, que no es ni más ni menos que otra fórmula genial de la libertad de expresión y que tantas veces ha servido, en las dictaduras, por ejemplo, para burlar la censura. La ironía es inherente al ser humano. Por eso es invencible e imperecedera y da tanto miedo a quien pretende imponer ideas interesadas a sus congéneres.
LOS ÚLTIMOS acontecimientos sangrientos de París, si para algo han servido —a fuerza y mazazo de la terrible tragedia terrorista con la desaparición de los doce redactores, del policía musulmán y de cuatro de los rehenes, junto a los diversos, y fatales también, efectos colaterales— es precisamente que el mundo está más que predispuesto al fortalecimiento de la unidad. La mayoría de los líderes mundiales ha participado (de una u otra manera) en la manifestación de repulsa por estos lamentables hechos. Es un pequeño paso de una parte de los seres humanos, pero un gran avance para la humanidad. El cruento ataque producido deliberadamente en un medio de comunicación ha simbolizado la fuerza adquirida en la conciencia universal del tema de la libertad de expresión. Y lo transciende en el sentido de que incluso la precariedad que padece casi la mitad de la población mundial y ciertos países enteros es susceptible de modificación. Y a favor. En España, sin ir más lejos, los pedigüeños, mendigos e indigentes casi invaden las calles de cualquier ciudad. La libertad de expresión se defiende mejor si va acompañada por la equidad y la ausencia genérica de inanición ciudadana junto a un sentido ecológico de lo que existe y de lo que se consume, mientras se patentiza una clara renovación de la noción sistémica que no va pareja al sufrimiento social, los abusos y los ataques de descerebrados eliminando la vida. El caso es que la muerte y la desolación no solo la provocan los terroristas sino las carencias, la carestía y el constreñimiento público, lo cual viene provocado por otros seres humanos quizá más peligrosos: quienes dirigen los grandes trusts financieros; quienes diseñan normativas como la Ley de Seguridad Ciudadana en España, más conocida como ley "mordaza", de la que recelan gran parte de los columnistas más importantes de Europa dado que de su lectura se desprende una nueva y sutil inoculación —en la actual resocialización de la democracia— del veneno de la austeridad neoliberal que ha atenazado también a las otras naciones más modestas de la CEE.
Actuaciones de la Guardia Civil y de la Policía Nacional
En esta web se encuentran alojados los vídeos de la Guardia Civil y de la Policía Nacional para que compruebes en qué consiste su trabajo y cuáles son las misiones que tienen encomendadas, además de vídeos sobre medio ambiente, sucesos, reportajes y otras temáticas.
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