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LO PEOR de muchas noticias del mundo es que conviven tan natural y mostrencamente en las sociedades que configuran una miscelánea difusa que las normaliza. Oír decir a un jefe de terroristas que el atentado a las Torres Gemelas era necesario o que entrenan a radicales para cometer más atentados lógicamente escandaliza a cualquiera y hace sonar las alarmas de la Policía, como ha ocurrido ahora, si los medios delimitan y destacan su amenazante existencia, la barbarie de sus postulados. Nos congratulamos del desmantelamiento de la red que se dedicaba a la captación y envío de yihadistas para su integración en la organización terrorista Estado Islámico de Irak que luego querían enviar a Siria e Irak. Solían entrenarse para esa terrorífica labor en una finca situada en la localidad abulense de Santa Cruz de Pinares. Su característica principal es su convicción hasta el punto de morir por ella, ya que serán premiados en el cielo con doncellas y placeres, por ejemplo. El fanatismo religioso es su mayor arma, fervor muy bien manejado por "mensajeros" y mediadores. Ese peligro es, en ellos, tan fácil como apretar el percutor de un arma, pero también en cualquiera lo puede ser, usar a Dios y esa arrogancia que provoca creernos poseedores de la verdad absoluta que lleva a una actitud de exclusivismo, triunfalismo y superioridad y que se expande con la captación de adeptos para subyugar luego a todos los demás, sometiéndoles a sus postulados. La prepotencia, el menosprecio y la intolerancia han sido históricamente la mecha encendida de persecuciones, atentados y exterminación del ser humano. El no fundamentalista se basa en el consenso y en el entendimiento de persona razonable que puede mantener una postura de desacuerdo en muchos temas pero siempre es capaz de reconocer que solo algunos muy claves merecen la dedicación y el entusiasmo defensor resuelto. Sabrá tolerar errores menores y evitar la confrontación combativa que aportaría males mayores. El fundamentalista, en cambio, es capaz de producir violencia e incluso dar la vida o exigirla por un objetivo concreto, con la idea de que el fin justifica los medios.
TODO ES posible. Es posible que ninguno de los idearios, ideologías, confesiones y movimientos políticos pasados prevalezcan. Que ningún líder brille por su sola mano. Que todos los países del mundo elijan su representación global. Sencilla e intercambiable, unificada y sin costes desorbitados. El hombre más sencillo del mundo puede ser el noble mánager del planeta, elegido por todos sus habitantes bajo la auténtica Declaración de los Derechos Humanos. Cada uno con su fe, el cambio puede ser transcendental. Sensibilizar la política mundial, poetizar las corrientes religiosas, concentrar de forma funcional las ideologías en una síntesis de lo mejor de cada una de ellas. Sistema plural, colectivo y cualitativo. Sentenciar el exceso y la sofisticación, concibiendo la modernidad como una sucesión de esfuerzos por alcanzar las cumbres de la ecuanimidad entre los seres humanos. La naciones han de ser realmente unidas y sin fronteras, algo real y no la alegoría de lo que es hoy la ONU. Cada vez hay más personas especiales, sobradamente preparadas, en distintos lugares del planeta, que intuyen el cambio y se verían realizados trabajando por una equidad en un espíritu unificador en el que se funden todas las civilizaciones, preservando su idiosincrasia y aportando lo mejor de cada una de ellas a la humanidad. Cada cual, según la fe que profese —o carente de ella— puede valerse de sus creencias o convicciones mejores para contribuir a la unidad universal desde sus credos o la ausencia de los mismos, sin fanatismo, y respetando las opciones religiosas de todos los demás. La coyuntura en la que nos vemos inmersos pasa por la comprensión de esta síntesis de todas las civilizaciones pasadas, presentes y futuras con eventos mundiales de interconexión. Si se comprende así, todo es posible. Depende de que el mundo quiera acabar con la crisis mundial o mantenerla por el imperativo de unos pocos que pretenden dominar por el puro dinero en su propio beneficio. Es la aristocracia del vigente sistema que ya habla de sustituirlo tan solo por uno monetarista, lo cual obligaría al ciudadano de la calle a depender del poder económico privado, obviando estados y los más básicos principios democráticos, pero con su total apariencia.
AQUÍ YAGO, en un trocito de la vieja Europa, al lado del mediterráneo; aquí yago, surtido del oxígeno azul del mar; aquí yago, en un rinconcito de Valencia que contribuye a iluminar el mundo; aquí yago, yaciente en el lecho de los helechos arborescentes, vibrante de vida, luchando por un futuro mejor; aquí yago, en el verdor natural de la Tierra. Aquí renace, siente y yace Yago, día a día: en la aspirada felicidad, en la ferocidad del fragor diario. Cualquier sitio es bueno. Así es como me gusta vivir: a cada instante; más vivir. La ironía de estar de vuelta en el juego de la vida es creativa y edifica. Estoy harto de vivir y, sin embargo, ansío vivir, vivir, vivir, descargar cascadas de sensaciones y liberar la acuosa pujanza de mi ser, quiero sentir cómo se derrama sobre mí la finura del rocío, quiero empaparme de la calígine que se forma con las cataratas de Iguazú cuando sacuden la base del río o del aplanante furor del sol valenciano. La realidad de España es áspera y lúgubre, pero vamos sabiendo que podemos transformarnos en el mismo presente y por un honroso futuro, que el camino da de sí y que debemos estar unidos; unir regiones, países, borrar fronteras, alimentar la variedad de culturas y tradiciones, enriquecer la existencia de las naciones. Mucha esperanza, porque estoy seguro de que sabremos controlar todo lo que nos separa y divide (credos, políticas, sacramentos, jerarquías, ideologías, denominaciones, religiones...) siendo menos intransigentes y estrechos, centrándonos en lo esencial. Aquí yago, en esos propósitos para enriquecerme de la variedad humana cada día, sin encasillar al prójimo. El nuevo sistema mundial va a ser una síntesis de lo mejor de todos los sistemas anteriores. Una civilización colectiva única, plural y funcional para alcanzar la unidad del mundo y la ecuanimidad, y que nadie sufra por hambre ni enfermedad curable. Aquí yago, aprendiendo a tolerar y aceptar de buen grado el camino de otros seres humanos y sus diferencias. Creo que es lo que ya mueve el mundo —lo que va en este sentido— y lo que lo cambiará, cambiándose uno mismo.
PAGAR LA novatada es casi siempre inevitable. Existe una polémica por la que atraviesa ahora el partido revelación Podemos. Después de su flamante triunfo en las elecciones europeas, su organización, de raíz asamblearia, aparenta ciertos quiebres, por lo cual están sufriendo unos ataques furibundos por parte de ciertos medios y de casi toda la casta política, como ellos mismos la han calificado. En la última reunión de los cabezas visibles de la plataforma con las bases, el finde pasado, quedó claro que la labor es ardua y complicada. También, que deben actuar con sigilo porque se dan acusaciones de falta de democracia, advertencia de un "golpe de estado" (nada menos) por parte de un sector para tomar el control. Su aperturismo y su inexperiencia hacen que estas supuestas desavenencias sean aprovechadas por sus contrincantes —tal vez infiltrados en sus filas para reventarlos— y podrían interpretarse (en lugar de lo que son: simples discusiones) como luchas de poder y divergencias sobre la forma de encarar el proceso electoral para elegir el equipo que liderará el congreso fundacional, en el próximo otoño, donde se decidirá la estructura del partido y cómo se articularán las formas de participación asamblearia. Tanto que nos quejamos de la clase política española y ahora que contamos con un proyecto digno e ilusionante, con personas pletóricas por cambiar el sistema y ofrecer auténticas novedades, oxígeno y renovación social; tanto que esperamos... ¡y puede acabar como la gaseosa, mucho al principio para quedarse en nada! Si así fuera, realmente nos mereceríamos los gobernantes que tenemos. No lo dejemos morir. Este ascenso meteórico de una formación política de ensueño hemos de cuidarlo. Nació de los movimientos puramente ciudadanos y del descontento social, de los sectores menos pasivos del paisanaje de España. Pero la memoria es frágil; la social, de corto plazo y, en general, la distracción es un peligro de lo más común. No seamos injustos. Hay quien trabaja con seriedad por todos y no solo por mantener un estatus que beneficia nada más que a una minoría, parte de ella enriquecida de forma no muy moral.
SI LLEGASE a producirse el debate sobre la utilidad de la monarquía en España y la posibilidad de instaurar una república y de qué tipo sería, por ejemplo, presidencialista o no, nos enfrentaríamos al efecto dominó de una serie de transformaciones que podrían llevar a otra organización de estado. En ese mismo debate se hablaría de si la constitución patria ya está agotada y se precisa redactar otra nueva. La figura del rey, hoy mismo, es un parapeto para los grandes partidos. Pero las continuas manifestaciones en las calles no van en ese mismo sentido y cada vez más el individuo percibe que puede decidir más, que puede ser algo más que un voto o un número. La cuestión más determinante sería la distribución más ecuánime de la riqueza. ¿Qué se puede hacer hoy en España con un paro tan descomunal y un empleo tan precario que no permite a mucha gente disponer de lo preciso para una calidad de vida presente y acumular aportaciones para una jubilación futura? Es el disfraz de la miseria en el que está inmerso el país. Por eso frente a la inercia de poder del PP y PSOE —que, sin expresarlo, esperan llegar a un tipo de acuerdo que permita su hegemonía como hasta ahora, momento en que se produce el gran malabarismo de una hábil segunda instauración de la monarquía— la sociedad debe seguir luchando para conseguir el gran cambio de sistema que de sí mismo surge. Como es evidente, la democracia reside en los deseos de la mayoría. Parece fácil, pero lo hacen complicadísimo. El futuro es tema de todos, y exige lucha. Si uno mismo aún no está preparado para contribuir en favor de un nuevo sistema, ha de hacerlo del mismo modo porque la propia sociedad de su entorno le impele y le apela, y le proporcionará todo aquello que falte, restaurando de forma natural las carencias. No se trata de aceptar la miseria camuflada, como se pretende, ni de asumir una glorificación sentimental de la pobreza, sino de prosperar de veras y, también, servir primero a quienes sufren, privilegiar a los grupos más deprimidos, favorecer una Renta Básica y la prosperidad social. Todo es posible si realmente hay voluntad.
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