¿ALGUIEN SE acordará de mí si dejo de existir? ¿Qué somos en definitiva? Sentimientos y pensamientos, creo. Los míos. Los de cada uno. Si uno se siente bien, piensa mejor. Existir, pensar, sentir. Un ciervo herido es el que más salta. Sé que paso más bien desapercibido, como tantos que quizá se creen el ombligo del mundo. Nadie es imprescindible, pero todos podemos contribuir a la libertad. La diferencia radica en la observación, sintiendo y transformando las sensaciones del mundo en nuestro interior. Los esfuerzos hercúleos por destacar de los personajes del mundo son eso: saltos de un ciervo herido. Es la sociedad la que camina hacia su fin o su resurgimiento.
¿Para qué realizar grandes obras, si tan solo se trata de seguir? Existen muchas genialidades ya escritas, ya erigidas, ya realizadas. Si yo no voy a aportar algo especialmente original y arrebatador —lo nunca escrito— no es disparatado mantener una discreta línea, este contar y seguir, contemplar y comentar, dejar rastro de lo destacable y ensalzar lo que puede ayudar al camino de la libertad de todos. Y esa es mi denodada lidia diaria, la que recrea, la que plantea, la que habla de escenarios donde acontece la vida de los seres humanos y propone otros nuevos, erosionando el conservadurismo pernicioso que anestesia a la imaginación, utilizándola en el presente, disfrutando del cotidiano galopar, sintiendo este presente sin sacrificarlo, con la recompensa de la satisfacción misma en lo que se realiza.
Es el hedonismo práctico carente de ataduras emocionales y de sumisión a forjadas premisas filosóficas; aspirar a lo genuino comprometido con el momento social, pero sabiendo que lo importante es mantener la propia calidad existencial, sin dejarse influir por el juicio social, sino tener en cuenta las necesidades de la colectividad para actuar en consecuencia y favorecer el camino de la humanidad. He aprendido a ser libre, pero necesito de la sociedad. Mi lucha es la libertad, la mía y la de todos. Y lucho precisamente porque soy libre. ¿Dejar huella? La que queda en mí mismo de la libertad.
¿Para qué realizar grandes obras, si tan solo se trata de seguir? Existen muchas genialidades ya escritas, ya erigidas, ya realizadas. Si yo no voy a aportar algo especialmente original y arrebatador —lo nunca escrito— no es disparatado mantener una discreta línea, este contar y seguir, contemplar y comentar, dejar rastro de lo destacable y ensalzar lo que puede ayudar al camino de la libertad de todos. Y esa es mi denodada lidia diaria, la que recrea, la que plantea, la que habla de escenarios donde acontece la vida de los seres humanos y propone otros nuevos, erosionando el conservadurismo pernicioso que anestesia a la imaginación, utilizándola en el presente, disfrutando del cotidiano galopar, sintiendo este presente sin sacrificarlo, con la recompensa de la satisfacción misma en lo que se realiza.
Es el hedonismo práctico carente de ataduras emocionales y de sumisión a forjadas premisas filosóficas; aspirar a lo genuino comprometido con el momento social, pero sabiendo que lo importante es mantener la propia calidad existencial, sin dejarse influir por el juicio social, sino tener en cuenta las necesidades de la colectividad para actuar en consecuencia y favorecer el camino de la humanidad. He aprendido a ser libre, pero necesito de la sociedad. Mi lucha es la libertad, la mía y la de todos. Y lucho precisamente porque soy libre. ¿Dejar huella? La que queda en mí mismo de la libertad.