ESPAÑA precisa regresar a la prosperidad general. No solo es responsabilidad del Gobierno. La base está en la unidad y en el fortalecimiento de la cohesión social. Para garantizarla, tal como está de debilitado el sistema económico (y comportándose paradójicamente de forma dictatorial) debería existir una renta básica para todos y cada uno de los ciudadanos, una asignación pecuniaria por encima del umbral de la pobreza; personal e incondicional. Y, aparte, un fuerte incentivo de apoyo financiero para la creación de nuevas empresas. Se han de entender unos futuros Estados Unidos Europeos sobre todo como solución a la falta de liquidez. La humanidad hace tiempo que anhela esa coalición global, el socaire de una nueva y amplia organización de naciones unidas, garantizada con la voz y el voto de todos y cada uno de los seres humanos. España puede liderar esta idea inaudita en el consenso internacional. El concepto de globalización —pervertido por las grandes asociaciones financieras, las alianzas multinacionales y las fusiones de los grandes bancos— en su sentido histórico, primigenio y auténtico favorece la macroeconomía. Sin objetividad cívica no existe progreso. Es ese el futuro que más importa. Y dejar de lado las insidias políticas, los infundios reduccionistas por puro egoísmo financiero y la necedad de amasar dinero una oligarquía por encima de todo, distanciando la diferencia entre clases. Ahí se empieza a notar el avance; lo demás es degradación y retroceso. Acaben los líderes ya de caer del burro. Es una acusación del mundo a todos ellos. Ninguno de los que están aún lo ha realizado. La liquidez requerida ha de ser un objetivo meridiano y ha de ser ecuánime; nunca por la salvación excluyente de los grandes capitales. Temen un futuro así, negándose aún a asumirlo. El coste de esta postura no es ni más ni menos que el desbarajuste y la ruina, mientras los mismos de siempre (los grandes grupos políticos), al grito de "sálvese quien pueda", abandonarían la nave con sus bolsillos llenos de un dinero que no serviría más que para el declive definitivo.
BALCÓN GLOBAL
Juan Carlos YAGO |
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