LA MILLONARIA tirada del Charlie Hebdo postatentado —agotado en minutos en la capital francesa; adquirido también y solicitado en las distintas ciudades más cosmopolitas del mundo— da fe de lo espeluznante y brutal que puede ser el fanatismo y hasta la simple vanagloria humana. La mayoría de los crímenes también más comunes se cometen impulsados por el orgullo. Un profeta actual, Francisco, da en la diana al aseverar que no es necesario creer en Dios para ser buena persona y que la idea tradicional de Dios no está actualizada. Me parece tan acertada que reproduzco íntegra la cita: "Uno puede ser espiritual pero no religioso. No es necesario ir a la iglesia y dar dinero. Para muchos, la naturaleza puede ser una iglesia. Algunas de las mejores personas en la historia no creían en Dios, mientras que muchos de los peores actos se hicieron en su nombre". Probablemente ninguna religión en su globalidad esté exenta de toda culpa en la historia, aunque esto no significa que sus principales aportaciones a la población hayan podido ser beneficiosas y necesarias.
Creo que hay que luchar contra el mal y no precisamente encarnizarse con los malvados. Sería otra forma de dogmatismo pernicioso que deteriora la convivencia. Ahora hay que demostrar las ganas de futuro de todos y, tanto los líderes espirituales como los políticos, propagar y cumplir que nadie ha de atentar contra la especie humana ni de forma patente, como con el terrorismo, ni de forma latente, como pueda ser, por ejemplo, la estragetia macroeconómica.
El luctuoso semanario, en su nueva edición, ha evitado acertadamente el odio hacia estas personas que no aceptan el humor ni la sátira. Los asesinos no son los únicos que no entienden esta válvula de escape tan humana, que no es ni más ni menos que otra fórmula genial de la libertad de expresión y que tantas veces ha servido, en las dictaduras, por ejemplo, para burlar la censura. La ironía es inherente al ser humano. Por eso es invencible e imperecedera y da tanto miedo a quien pretende imponer ideas interesadas a sus congéneres.
Creo que hay que luchar contra el mal y no precisamente encarnizarse con los malvados. Sería otra forma de dogmatismo pernicioso que deteriora la convivencia. Ahora hay que demostrar las ganas de futuro de todos y, tanto los líderes espirituales como los políticos, propagar y cumplir que nadie ha de atentar contra la especie humana ni de forma patente, como con el terrorismo, ni de forma latente, como pueda ser, por ejemplo, la estragetia macroeconómica.
El luctuoso semanario, en su nueva edición, ha evitado acertadamente el odio hacia estas personas que no aceptan el humor ni la sátira. Los asesinos no son los únicos que no entienden esta válvula de escape tan humana, que no es ni más ni menos que otra fórmula genial de la libertad de expresión y que tantas veces ha servido, en las dictaduras, por ejemplo, para burlar la censura. La ironía es inherente al ser humano. Por eso es invencible e imperecedera y da tanto miedo a quien pretende imponer ideas interesadas a sus congéneres.