TAN SOLO quiero una vida buena. Y fíjense que no digo una buena vida. Es más importante para mí lo primero, sin despreciar lo segundo. Aprovechémosla, gocemos y demos más vida. Marilyn Monroe provoca un abismo de nostalgia y pena, de querer y no poder, de tener y aspirar. Pero hay mujeres que han sufrido aún más que ella por no ser tan hermosas. Me contaba una de ellas en un reportaje sobre la violencia de género cosas como cuánto dolor y cuánto desprecio ha tenido que soportar de los hombres que miran un par de tetas y un buen culo, y lo demás ni les importa ni les interesa. Y si cuadra y a la hembra le gusta el futbol, pues ya es el culmen. Hay mujeres fuertes como el mar cuando rompe contra las rocas, pero débiles como la ola cuando llega a la orilla; hay mujeres saladas como ese mismo mar, pero dulces como miel cuando se les tiende la mano y se les ayuda a saber que valen mucho más de lo que otros tratan de esconder. También hay mujeres que, en un desengaño, la mente les traiciona y dan a entender cosas que presentan de forma totalmente errónea —incluso llegan a creérselo— manipulando la realidad, tergiversándola según lo que conociese el receptor de la información deformada. Son mujeres dolientes, lobas heridas cuyo dolor les hace desfigurar la realidad.
Pero afortunadamente hay mujeres sensibles que también son consecuentes, mujeres limpias que te acarician las manos y te arropan frente a pequeñas adversidades, que rebuscan en sus bolsos comprensión y simpatía. Esas mujeres decentes que se hacen imprescindibles y derrochan vida y sonrisas mirando a los ojos, que salen en las fotos sin preocuparse por su vanidad, riéndose a carcajadas, abrazando a los suyos, desenfadadas y naturales. Esas mujeres son admirables, una fábrica de amor dentro de su cotidianeidad. Son mujeres que hacen que te sientas siempre acompañado y, como decía Adolfo Domínguez de la arruga, que es bella, que acumules el preciado tesoro de las arrugas de la felicidad.
Pero afortunadamente hay mujeres sensibles que también son consecuentes, mujeres limpias que te acarician las manos y te arropan frente a pequeñas adversidades, que rebuscan en sus bolsos comprensión y simpatía. Esas mujeres decentes que se hacen imprescindibles y derrochan vida y sonrisas mirando a los ojos, que salen en las fotos sin preocuparse por su vanidad, riéndose a carcajadas, abrazando a los suyos, desenfadadas y naturales. Esas mujeres son admirables, una fábrica de amor dentro de su cotidianeidad. Son mujeres que hacen que te sientas siempre acompañado y, como decía Adolfo Domínguez de la arruga, que es bella, que acumules el preciado tesoro de las arrugas de la felicidad.