Adoptar hábitos más saludables es uno de los propósitos más frecuentes de Año Nuevo. Los excesos de las fiestas contribuyen a que muchas personas fijen este objetivo en el primer mes del año. Sin embargo, más allá del reto de lograr mantener estos cambios a lo largo del tiempo, otro desafío es identificar cuáles son los hábitos más saludables o cómo seguir una dieta saludable. Para ello, se debe partir de la base que cualquier cambio debe estar respaldado por información científicamente probada.
Puede parecer una obviedad, pero en los tiempos actuales en los que abunda la información, muchas veces los consumidores se sienten abrumados y hasta confundidos. Esto hace que sea cada vez más difícil identificar qué es una dieta saludable y cómo seguirla. Para los expertos y científicos no quedan dudas, la prioridad debe ser la promoción de patrones dietéticos cuyos beneficios hayan sido probados científicamente, como es el caso de la Dieta Mediterránea.
Entre los descubrimientos más recientes destaca el estudio a gran escala realizado en conjunto por el Hospital Reina Sofía y el Instituto Maimónides de Investigación Científico (Imbic) que demuestra que la dieta mediterránea es superior a una dieta baja en grasas a la hora de hacer frente a enfermedades cardíacas.
En concreto, a partir del seguimiento de más de 1.000 pacientes durante siete años, el estudio divulgado en la prestigiosa publicación enfocada en la investigación y la ciencia 'The Lancet', ha logrado demostrar que una alimentación basada en la incorporación de aceite de oliva como grasa principal, ayuda a reducir a la mitad la probabilidad de sufrir un accidente vascular en enfermos.
Otro estudio reciente publicado por investigadores de la Universidad de Barcelona, aporta nueva evidencia sobre los beneficios de la dieta mediterránea. Publicado en la revista 'Molecular Nutrition and Food Research', el estudio ha revelado que las personas mayores que siguen una dieta mediterránea tienen un menor riesgo de sufrir deterioro cognitivo.
A pesar de estas importantes revelaciones, muchas veces los consumidores se enfrentan a información contradictoria que dificulta el seguimiento de patrones alimentarios saludables como lo es la Dieta Mediterránea. Prueba de ello es lo que ha ocurrido con el modelo de etiquetado frontal de alimentos NutriScore, un proyecto que se probó en España y que fracasó por múltiples razones, pero principalmente debido a sus clasificaciones penalizantes hacia los productos estrella de la dieta mediterránea como es el caso del aceite de oliva. A su vez, expertos consideran que el modelo causa confusión entre los consumidores.
Como lo analiza en una tribuna de opinión el Profesor Ramón Estruch, coordinador del estudio de más envergadura que se ha realizado sobre la Dieta Mediterránea, la Dieta Mediterránea "prioriza las raciones y frecuencia de consumo de los distintos alimentos que la componen, buscando que el conjunto de todos sea saludable, hecho que, por ejemplo, no tiene en cuenta el Nutri-Score".
Si bien parecía que esta era una polémica cerrada, las críticas hacia el sistema han vuelto a surgir con la llegada del Nuevo Año debido a la nueva versión del algoritmo que continúa sembrando confusión. Algunas notas han subido y otras han bajado, mientras que las fórmulas de los productos no han sido modificadas. Es decir, un mismo producto puede tener una etiqueta A en la versión de NutriScore que regía hasta ahora, y una etiqueta D en la nueva versión. Hasta ayer, el etiquetado indicaba que ese producto era "saludable". Hoy, el mismo producto, con los mismos ingredientes, es clasificado por el NutriScore como "no saludable". Esto demuestra, no solo la arbitrariedad del algoritmo, sino que también reafirma por qué la evidencia científica debe prevalecer por sobre cualquier herramienta.
Un análisis reciente presentado por científicos italianos y españoles en el marco de la reunión 'Principios para la definición de etiquetas nutricionales frontales de envase (FOPNLs)', indica que sistemas como el NutriScore "a menudo evalúan el valor nutricional de los alimentos a través de algoritmos arbitrarios o mal definidos" como así también cuentan con "un bajo potencial educativo y llevan a evitar el consumo de ciertos alimentos en lugar de adquirir un comportamiento alimenticio correcto".
Información, educación y juicio, son, según los científicos que participaron del taller celebrado en la Universidad La Sapienza de Roma, las tres claves que debe perseguir un etiquetado frontal. Además, según explican, una etiqueta prescriptiva solo busca que los consumidores sigan pasivamente indicaciones, mientras que una etiqueta informativa fomenta el empoderamiento del consumidor. Esto debido a que "proporciona información a los consumidores sobre qué constituye una dieta saludable puede influir positivamente en los hábitos alimenticios".
En concreto, este grupo de científicos considera que las etiquetas son útiles cuando ayudan a los consumidores a tomar las mejores decisiones, incluyendo todos los alimentos en su dieta en las cantidades apropiadas y evitando el consumo excesivo. Un principio clave que debe ser tomado en cuenta a la hora de realizar cambios en los hábitos alimentarios. Una alimentación equilibrada, acompañada de actividad física y un correcto descanso, son fundamentales para mejorar la calidad de vida de los consumidores.