BALCÓN DE BALBUCEOS, antiguo libro mío, poemario de juventud cuya edición está agotada, es más que un pasatiempo que veces retoco, reescribo. Me gusta reconstruir y rescatar lo que algún día escribí pensando en el mundo, en la gente, en la vida. Ya no es, lógicamente, la misma época, aquella década de los ochenta, pero el manuscrito me revela que ya entonces buscaba el cambio en el mundo. Un manojo de textos que se puede calificar de atemporal —constato— junto a añadidos de la actualidad, así mismo atemporales y que mantienen esa aspiración a la eternidad de la juventud, sensación que producen la miscelánea de sueños y nostalgia. Un libro que es una evocación vintage —tan de moda hoy— y que es aún más: una clave de subsistencia. Recuperar objetos o accesorios de calidad que presentan cierta edad y que no pueden aún catalogarse como antigüedades es esta afición con término inglés que suele designar instrumentos musicales, automóviles, libros, fotografías, y, aún más, prendas o accesorios de vestir, además de videoconsolas y videojuegos. En Balcón de Balbuceos, el quid es conservar el encanto del contenido poético personal y el aspecto rústico y romántico de aquella colección editorial (Nuevos Autores), tan artesanal y bella, aunque su argumento literario, en este caso, goce de tal licencia sugerida al autor, yo mismo, "Su Seguro Servidor", Juan Carlos YAGO. Son siglas que utilizaba en aquel primigenio "incunable" postmoderno unas veces con ese significado y otras con el de "Suerte, Salud y Saludos / Yago" (SSSY). Pero, como digo, va más allá, como una tesela del universo. Me siento un notario en consonancia con su movimiento, siendo nada más que una partícula de la misma esencia de las galaxias: sólo polvo, pero polvo de estrellas. Y, como dijo el poeta, "un no sé qué que queda balbuciente". De ahí el título que alude a los balbuceos, mientras me asomo al balcón global que me permite observar el mundo. Un ramillete balbuciente de enigmas —como signos del mapa de un tesoro— que dedico a los más de siete mil millones de seres humanos que pueblan la Tierra con la esperanza de que siga viva más allá de 2022.
BALCÓN GLOBAL
Juan Carlos YAGO |
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