Los recuerdos nos hacen ser quienes somos. De un día para otro, adquirimos nuevos recuerdos y construimos un directorio de hechos y acontecimientos mientras olvidamos otros. Con este 'directorio de recuerdos' almacenado en nuestro cerebro, damos sentido a nuestro entorno y a nosotros mismos; juzgamos, tomamos decisiones y actuamos según nuestros cálculos. Vivir de forma independiente sería un desafío extremo sin la capacidad de recordar todo lo aprendido y adquirido en nuestras vidas. A medida que envejecemos, activar estos recuerdos a menudo se vuelve difícil y complica nuestra capacidad de dar sentido correcto a los fenómenos de nuestro entorno. Hay diversas enfermedades, incluida la de Alzheimer, que producen la desconexión de los circuitos cerebrales, lo que borra o dificulta el acceso a nuestros recuerdos vitales, con un devastador efecto en los pacientes, ya que pierden la capacidad de reconocer quiénes son ellos y sus relaciones con los demás.
Los circuitos cerebrales organizan recuerdos para conjuntos de habilidades y conductas que nos permiten realizar tareas. Algunos de estos circuitos cerebrales de carácter más específico están dedicados a la separación y consecución de patrones para distinguir entre similitudes y diferencias que nos permitan juzgar, tomar decisiones y llevar a cabo la acción adecuada. Incluso para una tarea sencilla, como poner comida en un plato con un tenedor, el cerebro nos permite utilizar correctamente el tenedor para recoger la comida y llevárnosla a la boca para alimentarnos. Cuando olvidamos algo, como las llaves del coche, buscamos pistas para activar la recuperación de la memoria. La alteración de los circuitos cerebrales hace que la ejecución de tareas simples se vuelva increíblemente difícil.
A fin de estudiar el papel del giro dentado (GD) del hipocampo –una región del cerebro crucial para diversos procesos de aprendizaje y memoria– se ha empleado el condicionamiento clásico del reflejo corneal. Este simple modelo de aprendizaje asociativo es muy utilizado para el estudio de cómo los circuitos nerviosos hacen posible el aprendizaje y la memoria. El entrenamiento consiste en la presentación de un breve sonido como estímulo condicionado, al final del cual se presenta un soplo de aire en la córnea. Tras varias sesiones de emparejamiento de ambos estímulos ocurre que el sujeto experimental responde al sonido con un cierre de los párpados.
En un estudio anterior realizado por José María Delgado García y la División de Neurociencias de la Universidad pablo de Olavide se pudo demostrar que la memoria adquirida mediante este aprendizaje se podía borrar si se inactivaba por unos minutos la actividad de las neuronas del GD durante el entrenamiento. La conclusión fue que el GD tiene que estar activo en el momento en que se trata de reactivar una memoria determinada.
En un estudio reciente, realizado conjuntamente por el grupo de investigación de Mazahir T. Hasan, del Centro vasco de investigación en neurociencia Achucarro, y por José María Delgado y la División de Neurociencias de la Universidad Pablo de Olavide, y publicado en la prestigiosa revista Molecular Psychiatry, los investigadores bloquearon selectivamente la actividad funcional de las neuronas del GD durante varios días. Con esta manipulación selectiva, descubrieron que, aunque las memorias aprendidas desaparecían durante el tiempo en que el GD estuvo inactivo, estas reaparecían una vez recuperada la actividad funcional del GD. Los investigadores concluyeron que el GD es necesario para la activación de memorias ya adquiridas y para su recuperación.
En conclusión, mientras el estudio anterior habría la posibilidad de la eliminación selectiva de memorias no deseadas, el reciente artículo establece el crucial papel del GD en la activación y recuperación de memorias adquiridas, y se aproxima a una mayor comprensión de los mecanismos moleculares que hacen posible el aprendizaje y su recuerdo, algo fundamental para afrontar los retos científicos que presentan las disfunciones de la memoria, como consecuencia del envejecimiento, trastornos por estrés postraumático o la enfermedad de Alzheimer.