Investigadores de la Universidad de Sevilla han analizado las interdependencias entre las políticas fiscal y monetaria y el crecimiento económico en los países de la Eurozona. El estudio resalta la necesidad de una mayor coordinación entre la política monetaria del Banco Central Europeo (BCE) y las políticas fiscales nacionales. Sin esta coordinación, las diferencias estructurales entre los países del núcleo y la periferia persistirán, limitando el potencial de integración económica. Además, en un contexto de inflación creciente y subida de tasas de interés, los autores plantean interrogantes sobre la sostenibilidad del crecimiento en los países periféricos, donde el aumento de costos financieros podría agravar los problemas fiscales.
Mediante un enfoque innovador basado en modelos econométricos y teoría de grafos, los autores exploran cómo interactúan las políticas fiscales de cada país y la política monetaria común. Asimismo, exploran las diferencias existen entre los países del núcleo y la periferia de la Eurozona.
El estudio distingue entre el 'grupo central' –países como Alemania, Francia, Italia y Países Bajos, donde la estabilidad de precios y la política monetaria tienen un impacto positivo en el crecimiento económico– y el 'grupo periférico' –con estados como España, Portugal y Grecia, donde la política fiscal juega un papel más relevante, pero la política monetaria no contribuye al crecimiento de la misma manera.

Desde la creación de la Unión Económica y Monetaria (UEM), los países de la Eurozona comparten una política monetaria común, gestionada por el Banco Central Europeo (BCE), pero mantienen políticas fiscales independientes. Esta falta de coordinación ha generado diferencias significativas en el crecimiento y la estabilidad económica, especialmente en tiempos de crisis como la crisis financiera de 2008 y la pandemia de COVID-19.
Los autores también destacan que la política monetaria no impacta igual en todos los países. Solo en algunos estados centrales (Alemania, Francia, Italia, Países Bajos) se observa una relación significativa entre las tasas de interés y el crecimiento del PIB. En la periferia, esta relación es débil o inexistente.
La política fiscal impulsa el crecimiento en la mayoría de los países. Excepto en Irlanda, Grecia y Luxemburgo, la política fiscal (ingresos y gastos) tiene un impacto positivo en el crecimiento económico.
La falta de coordinación entre política monetaria y fiscal es un problema estructural. Mientras el BCE busca estabilidad de precios, los gobiernos nacionales intentan impulsar el crecimiento mediante políticas fiscales, lo que genera tensiones y dificulta la convergencia económica dentro de la Eurozona.
Como conclusión, los investigadores destacan que la Eurozona sigue siendo una unión económica fragmentada. Mientras que los países del centro prosperan con estabilidad monetaria, los países periféricos dependen de políticas fiscales más activas. Sin reformas estructurales para mejorar la coordinación entre ambas políticas, la divergencia económica seguirá siendo un desafío clave para el futuro de la Eurozona.